Peregrinación al Festival de Valdivia, octubre 2012
Había estado recientemente en San Pedro de Atacama y me había sorprendido cómo me había olvidado de la luz, la luminosidad de ese lugar. Luz intensa, como la de alta montaña. Así amanecían casi todos los días en septiembre, para alegría mía. Pues bien, en Valdivia nuevamente me sorprendió la luz. Esta vez, sobre todo los cambios de luz, de un momento a otro. Cielo azul nítido salpicado de algunas nubes blancas, cielo gris oscuro, cielo gris matizado, como en los cuadros del Greco. Los momentos en que se abre el cielo y se pasa del gris al azul, son exquisitos.
Es curioso y en definitiva no lo es, partir hablando de la luz, perteneciendo yo al Cine-club Lumière, inspirado por cierto en aquellos hermanos que nos iniciaron en el arte del cine. Luz, fotografía, pintura, cine.
Peregrinación, pues ya es mi cuarto viaje a ese banquete de cine. He confiado que ese alimento decantará en mi, aunque no se bien de qué modo. La escritura me ayuda.
Vi un poquito más de 20 películas en cuatro días, lo que para mi es mucho. Este festival, el número 19, duró seis días y presentó 148 films, sin contar aquellos para niños. Evidentemente no se puede ver todo. Hay que optar, lo que es todo un tema. ¿Cómo hacerlo? En definitiva, es algo personal. Creo que recién ahora tengo más elementos para una próxima elección. Aceptando eso sí, siempre, que uno se puede equivocar y que de todas maneras nos perderemos cosas buenas. Cuando tomaba el bus de vuelta, me di cuenta de que no había visto una película de dos directores, Tizza Covi y Rainer Frimmel que realizaron la preciosa y conmovedora “Pivellina”, ganadora del premio a la mejor película en este mismo festival el año 2009. Habrá que buscar entonces el film que no vi en esta oportunidad. Apuesto a que valdrá la pena: “The shine of day”, Austria 2012.
Sucede que se nos ofrecían muchas secciones: competencia de largometraje internacional, ídem chileno; lo mismo respecto de los cortometraje; una sección llamada Gala con “las últimas películas de cineastas de gran trayectoria”; la sección “cineastas invitados” (foco internacional, latinoamericano y chileno respectivamente) con Jean Gabriel Periot de Francia, Pablo Stoll de Uruguay y nuestro Silvio Caiozzi. Además, las secciones Disidencias, Panorama latinoamericano, Nuevos caminos, Ventana al cine chileno, Ventana de los Ríos, Eventos especiales y aún más. Había una sección llamada Música y sociedad. Me habría gustado mucho ver algo de ella, pero no alcancé. Otros años he visto maravillas en ese rubro, como la historia de la música reggae, o bien, más puntualmente, aquella muy interesante, del director portugués Miguel Gomes, sobre unos músicos itinerantes: “Aquel querido mes de agosto”. En esta oportunidad, entre otros, nos ofrecían: “The black power mixtape” del director sueco Göran Hugo Olsson y “Tropicalia” del director brasilero Marcelo Machado. ¿Cómo serán?
Luego, hubo cineastas homenajeados, tales como Raúl Ruiz y Lautaro Murúa. A este último no lo conocía para nada. Se trata de un cineasta chileno que filmó casi toda su obra fuera del país, principalmente en Argentina, donde vivió. Vi de él “Shunko”, hermosa película en blanco y negro, filmada el año 1960. Nos muestra la realidad de una escuela rural en un lugar muy alejado, en Santiago del Estero: el maestro venido de la ciudad, capaz de respetar el pensamiento y las costumbres de los campesinos y sus hijos, cuya principal lengua es el quechua. Entre la explicación que enseñaba el maestro a sus jóvenes alumnos acerca de lo que origina un eclipse y aquella, sobre el mismo fenómeno, que le enseñan los niños a su maestro, basada en las creencias de su pueblo. Ciencia y mitos pudiendo dialogar. Ternura, respeto, superación de las desconfianzas, pobreza. ¿Pobreza? Sí, pero ¿de qué pobreza estamos hablando? Presencia también de algo del orden de lo imposible: la muerte, cruda, sin aspavientos, que termina con la vida de una niñita mordida por una serpiente; la del amor entre el maestro y una mujer de la comunidad. ¿Cómo se hubiese podido?
Raúl Ruiz, un hito fundamental del Festival, me parece. Este Festival le reconoce un lugar fundamental. En esta oportunidad nos brindó varias de sus películas. Una primicia: “Ahora te llamaremos hermano”, breve documental filmado el año 1971, que registra la visita del presidente Salvador Allende a los campesinos mapuches de Temuco, para celebrar la ley que “protege” al mapuche, dándole ciudadanía y todos sus derechos. Escuchamos largos parlamentos en mapudungún de hombres y mujeres indígenas explicando su postura y lo que le solicitan al Presidente; luego un encendido y emotivo discurso de Allende. Dignidad de esos campesinos mapuches, que en la voz de uno de sus viejos, concluye pronunciando la frase que le da el nombre al film. Al concluir la proyección hubo un aplauso cerrado en la sala. Emoción. Estábamos en Valdivia. Este film no había sido visto en Chile probablemente nunca o casi. Fue rescatado, restaurado y hoy nos llega a nosotros. Gracias. Hoy, cuando el llamado “tema mapuche” sigue tan dramáticamente vigente en nuestro país.
Lo digo desde ya: lo mejor que vi, lo que más me gustó y me hizo vibrar encontrándome con el amor por este arte, por el cine, fue la película, también de Ruiz: “La noche de enfrente”(2012). Prodigio de la luz, la fotografía. Muy buen teatro. Me recordó la pintura, pues nos presenta verdaderos cuadros. Música bellísima de su fiel Arriagada. Magia del cine, poesía. Ruiz jugando con personajes. Le seguí el juego todo el rato, encantada con las historias. Me imagino que puede ser como seguir a Alicia en el país de las Maravillas. Este era el “país” de Ruiz, uno que nos concierne, pues todo - en fin, mucho - de lo humano, se encuentra allí. Un portento, un regalo al final de su vida. Al inicio de su muerte.
¡Tantas otras películas! Tengo una debilidad por las películas en blanco y negro. Además de “Shunko”, vi “Enamorada” de Emilio “El Indio” Fernández, México 1946; “Éste es el romance del Aniceto y la Francisca, de cómo quedó trunco, comenzó la tristeza y unas pocas cosas más”(¡!), del argentino Leonardo Favio, 1966; el documental “La Respuesta”, Chile 1961, del historiador español-chileno Leopoldo Castedo (llegó a nuestro país en el Winnipeg). Todas estas películas me gustaron mucho y más allá de su “color”.
“Enamorada” desgraciadamente, la vimos hasta la mitad. El Festival nos debe la otra mitad. Sucede que cuando estábamos en un momento crucial, se apagó la luz en Valdivia y hasta ahí no más llegamos. Una decepción. Película ambientada en los tiempos de la revolución, sensibilidad social, historias de amor y más. Personajes emblemáticos y contundentes. Preciosa fotografía. Muy buena actuación. ¿Podremos verla íntegramente?
“Éste es el romance del Aniceto y…”, muy hermosa. Film considerado como uno de los mejores del cine argentino, por especialistas de ese país. En nuestro país, Favio, que por lo demás es un seudónimo, sigue mayoritariamente siendo recordado como un cantante: “Hoy corté una flor y llovía y llovía….” Felizmente en un festival valdiviano anterior, fui introducida al cine de este director. La película que vi este año, con nombre de cuento, narra prolijamente una historia sencilla, de encuentros y desencuentros amorosos. Es una película sin rodeos, más que los indispensables. Sin elementos que sobren, a mi modo de ver; sin tantos diálogos por lo demás, donde los gestos son muy elocuentes. Vida en La periferia de una provincia. Un hombre que se va quedando solo, pobre, y más, fruto de sus torpes elecciones. ¿Qué buscaba ese hombre? ¿Buscaba algo? Preciosa fotografía, buena actuación.
“La Respuesta”, precioso documental que pudimos ver gracias al rescate fílmico de la cinta grabada en 1961. Otro trabajo patrimonial, como el del documental de Ruiz con Allende y los mapuches. Pude ver en Valdivia, en una sala repleta, el restreno de un film que muestra justamente la respuesta que dieron sus habitantes al terremoto y maremoto de 1960. Respuesta conmovedora. No solamente Valdivia había quedado en ruinas, habiéndose inclusive sumergido un metro, sino que, en la zona, al Lago Riñihue se le habían bloqueado sus desagües, de modo que podía rebalsarse e inundar definitivamente la ciudad si no se intervenía drásticamente. Eso fue lo que hicieron los habitantes de la ciudad, contando con la eficaz y seguramente decisiva colaboración de un ingeniero de la capital, hazaña que registró sobria y soberbiamente el historiador Castedo, junto a Sergio Bravo, el hombre de la cámara. No olvidaré, creo, las imágenes de innumerables hombres trabajando mancomunadamente: uno por uno sacando la tierra con una pala y tirándola un metro más arriba, para que su compañero hiciera lo mismo y así en una larga fila ascendente. Parecían trabajando en terrazas. También me hacía pensar en trincheras de guerra. De algún modo, era una guerra. Lo que estaban haciendo era cavar canales para encauzar el agua del lago. Todo esto a una gran escala, apostando a que domarían la naturaleza. Parecía titánico. Corrían, por momentos, mucho peligro. Inventaban herramientas, recursos para ampliar el cauce, incluso cuando ya venía el agua. Fe, valentía, capacidad inventiva, trabajo perseverante. Hombres organizados y solidarios. Por otra parte, vemos la ciudad, las mujeres y los niños. También sobreviviendo dignamente, sostenidos probablemente por el mismo espíritu recién señalado. Es una película que valdría la pena presentar en los establecimientos escolares del país: da confianza en las potencialidades humanas. ¿Qué condiciones tienen que darse para que los humanos respondamos como lo hicieron los protagonistas de este documental?
Hay un buen artículo sobre el film recién comentado. Lo escribe Luis Horta, en la revista 7ªArte, que se encuentra en Google. Ahí mismo puede verse la película.
Hay algo que me llamó la atención en la gran mayoría de las películas que vi, algo que ya había notado el año 2007, la primera vez que fui al Festival: la presencia del cigarro. Hoy en día es algo políticamente incorrecto: está mal fumar. Yo no he fumado un cigarro en mi vida. Sin embargo, me impresiona la humanidad que transmite el cigarro: los animales no fuman. Como digo, en películas tan distintas como el documental de Castedo, la mayor parte de las películas en blanco y negro a las que me referí, añadiendo “Tres tristes tigres” de Ruiz, que en general son antiguas, más películas contemporáneas de América Latina y del Norte, de Europa y del Medio Oriente, pues bien está presente el gesto, el acto de fumar. ¿Constituye un acto el fumar? No estoy segura, al menos en el sentido psicoanalítico del término. Sin embargo acompaña la cotidianidad de los humanos, tanto su soledad como los momentos en que algo se está compartiendo con otros. Señalaré tres momentos que recuerdo especialmente: los cigarros fumados, uno tras otro, por los protagonistas de la película “Sofia’s last ambulance” (2012) del joven búlgaro Ilian Metev. Muy buena película, a mis ojos, que nos muestra, sin aspavientos, el deambular cotidiano de una ambulancia de hospital público por la gran ciudad, acudiendo a las urgencias de sus ciudadanos, con toda la fuerza de la realidad actual, tal como la conocemos: escasos recursos, muchísimas demandas. El equipo de la ambulancia, un hombre y una mujer médicos o paramédicos - no está tan claro - y el chofer, se acompañan. Sí, se acompañan. Muchas veces en silencio, otras compartiendo algunas palabras. También gestos, al momento de intervenir con algún paciente. Claro queda su compromiso con la tarea. Y en los largos trayectos en el asiento delantero de la ambulancia - cuando no va algún paciente en la parte trasera, en cuyo caso, la doctora va a su lado transmitiéndole paciencia, amabilidad y firmeza - pues bien, en esos momentos, los protagonistas fuman. Me parece que ese gesto da una cadencia al tiempo, apaciguando lo que sea: cansancio, abatimiento, penas… El cigarro, ese daño biológico, pues bien, tiene en nuestras culturas, un don dulcificador.
Esa misma palabra usaría para el cigarro que se fuma, en solitario, el marinero cansado, en la película “Leviathan”(Reino Unido, Francia, EEUU, 2012) de Verena Paravel y Lucien Castaing-Taylor. El catálogo del Festival brinda, a mi modo de ver, una acertada sinopsis sobre la película: “…somos testigos del choque colaborativo entre el hombre, la naturaleza y la máquina…” Suena bien, ¿no? Fue la primera película que vi en esta ocasión. Me impresionó. No fue lo que esperaba. Tal vez si la viese ahora, después de haber pasado por más de veinte películas durante esos cuatro días, la vería con otros ojos. Porque sí, quiero recordar que siempre en lo que estoy describiendo, se trata de lo que pudieron, en ese momento, ver mis ojos, ni más, ni menos. En aquella ocasión esperaba, seguramente, una historia, alguna trama. Y los autores nos ponen un contacto muy directo con la rutina de un enorme barco pesquero, barco que nunca vemos “de cuerpo entero”, sino por trozos. Ritmo extremadamente lento, como en la realidad, para percibir los movimientos, las formas y los colores del agua y los peces; también de la máquina: el barco y sus herramientas para realizar las faenas de la pesca y su procesamiento, así como de los hombres que allí laboran. No se pretende que entendamos ni nos centremos en los escasos diálogos que se escuchan por momentos. Me preguntaba en qué lengua hablarían. La lengua en este caso es la lengua de los ruidos estruendosos del agua que entra al barco y sale del barco con las enormes redes, ruido de las máquinas trabajando al interior del barco; la de los gestos de los pescadores faenando los peces. ¿Quién, cuál es el protagonista del film? Leviathan, si lo averiguamos, es el nombre de un monstruo marino al que se alude en la Bibila. El trabajo a gran escala, donde las palabras no son lo que más suena. Sí en cambio lo enorme: tamaño del buque, cantidades, a mi modo de ver abismales, de lo que se pesca y de lo que se devuelve al mar. Una y otra vez, muy largamente, el ruido, la imagen. Muchas cámaras hacen que casi estemos al interior del barco. Sí, fotografía extraordinaria. Música de los ruidos del mar, la máquina y las aves, en primerísimo plano. Y de repente, aparece un marinero, tal vez el comandante del barco. Entra a un espacio donde creo recordar que había un televisor encendido (¿o lo inventé?) y, como siempre, mucho ruido. Yo seguramente seguía esperando una interacción con un semejante, lo que no sucede. En cambio, él enciende un cigarrillo y lo fuma lenta, muy lentamente, al final de lo cual, se queda dormido. Cigarro compañía. Cigarro-tibieza, cigarro que adormece. Cigarro que cumple la función de un objeto que da.
Por último, tercer recuerdo, entre muchos otros, del cigarro en este Festival. Aquel que aparece en la película “La última estación” (2012) de los chilenos Catalina Vergara y Cristián Soto. Buena película sobre la vejez y la muerte. Documental que registra la vida de todos los días de hospicios para ancianos. Cámara respetuosa y veraz que nos enfrenta, a veces crudamente, con esa realidad. Muchos ancianos bajo un mismo techo, sin embargo, la mayoría muy solos, cada uno consigo mismo ¿o ni siquiera? Hay aspectos poéticos como la presencia de un anciano, creativo, que hace una emisión de radio –hasta el día de hoy – a través de la cual se dirige a los viejos de un asilo. Les pone música escogida, les brinda sus reflexiones acerca de sus vidas de viejos y sobre todo, les comparte sus viajes a lugares diversos de la geografía del país que recorre registrando su sonoridad: la del mar, sentado arriba de una roca, la del viento en la montaña, la del silencio en unas aguas de lago, sobre un bote…. Cada vez va provisto de su micrófono y graba los sonidos para llevárselos a sus coetáneos que ya no salen de su asilo, sino, eventualmente a través de su pensamiento. Conmovedoras imágenes, escenas de viejos, algunos muy dignos, perseverando en sus propias singularidades. Y hay una viejita, a la que sigue la cámara desde que llega al asilo hasta su muerte, también en el asilo. Ella no habla, casi. Parece que no ve tampoco. No se queja. Está. Se la ve tranquila. Muy sola. Pues bien, en una escena, la vemos encender un cigarrillo, sola en su habitación y fumarlo lenta, dulce o suavemente. Me pareció genial. Ella, imperturbable, se estaba dando algo.
“De jueves a domingo”, de Dominga Sotomayor, Chile- Holanda 2012 y “Carne de perro” de Fernando Guzzoni, Chile-Francia-Alemania, 2012. Films recientes de jóvenes chilenos. El primero ganó el premio que da este Festival al mejor largometraje en la competencia internacional. Para mi gusto, estaba peleado el asunto. Ambas me parecieron buenas películas. Historias que conmueven.
En “De jueves a domingo”, ya la primera escena me encantó, me hablaba de buen cine, es decir muy buena fotografía: era un cuadro delicado, con la luminosidad del día que apenas amanece y el “sonido del silencio”. En el desarrollo del film escucharemos hermosa, suave música. Me parece que es un film, que a través de su sencillez-nitidez, muestra escenas tan familiares como sutiles. Ahora recuerdo que al final de la presentación, hubo un diálogo de los actores y la directora, con el público. Ante una pregunta de un espectador respecto del sentido de la película y su final - creo - el protagonista, muy involucrado, se permitió decir con claridad, que en esta opción de cine no se trata de entregar una película donde todo está ya digerido y aclarado unívocamente, sino que apela, invita a que cada quien ponga de sí para interpretar el film, hacer algo con él. Podría ser una definición de arte, ¿no? Para chilenos que hemos viajado por los lugares que recorre la familia en su auto, es decir la carretera qua va desde Santiago hacia el inicio del norte chico y sus zonas costeras, es exquisito ir reconociendo esos bellos paisajes. Atravesar, junto a los protagonistas, esos típicos riachuelos empedrados donde se nos solían atascar los autos, al menos antes del predominio delos 4x4…Yo los acompañé en su travesía. Las escenas dentro del auto: padres adelante, niños atrás y los clásicos diálogos, silencios, lata, cansancio, juegos, negociaciones… (aquí no hubo peleas , a veces tan frecuentes.)Convivir dentro de un auto por horas. Da para mucho, según las singularidades de cada familia, aquí y en la quebrada del ají: con más creatividad, humor, paciencia o mal genio. Acompañarse. Soledades. Me doy cuenta de que no ha venido ahora para mí, en primer plano, la historia de una pareja que está atravesando una crisis y que piensa separarse. Sí, está eso. Pero ahí hay más que eso: los diversos integrantes de una familia viviendo, a su peculiar modo, un momento de sus vidas. Y eso nos puede convocar a todos, ya no sólo a chilenos.
“Carne de perro”. Había visto recientemente en nuestro cine-club, el documental “La Colorina”, sobre la poetisa chilena Stella Díaz, del mismo director y me había interesado mucho. “Carne de perro” interpela nuestra posición ética. Es una película fuerte; muy fuerte. Muy buena actuación de Alejandro Goic como protagonista. Personaje de nuestro país, pero también de muchos más. ¿Qué se hace con el pasado? Soledad de este hombre que seguramente fue un personaje negro, involucrado en atrocidades en tiempos de dictadura. Seguramente una vida echada a perder. Mucho daño, mucha destrucción. Sin embargo sigue vivo. ¿Qué quiere decir estar vivo? El agua. La película pudo haberse llamado “clamor al agua”, o algo así. En el agua encontraba un cierto alivio: la ducha, cualquier grifo, la piscina y por último el mar. Limpiar, lavar, empapar, lo que podamos asociar: ahogar tal vez también. Habrá un momento en que el agua aparecerá, intervenida por sus manos, como un arma letal. La película no desborda de palabras ni de narraciones. También aquí debemos ir intuyendo, construyendo la historia, siguiendo a este hombre en su deambular en búsqueda de sosiego. De alguna tibieza también. Este hombre, al menos es lo que vi - pues en la discusión posterior al film, quedó claro, una vez más, que no todos habíamos visto lo mismo – intenta hacer algo. Más que algo: rehacerse de algún modo. Y lo hace con precarios, torpes recursos. Falla una y otra vez. ¿Con quién cuenta? ¿Cuenta él para alguien, siquiera para sí mismo? ¿Perdió para siempre ese derecho? Preguntas que abren otras: ¿acaso habrá contado, a la base, este sujeto para alguien? Como sea, algo lo impulsa a seguir buscando. Y parece encontrar algo, algo un poco loco, pero tal vez no del todo: entre otras cosas, un espacio donde también hay otros. Y la presencia de una figura paterna, que parece haberle hecho un lugar.
Ya lo he dicho: tantas películas. No me detendré en todas. Cuánta gente, cuántos jóvenes habrán visto otras películas de las muchas que se nos ofrecían. Ellos podrían tal vez dar cuenta de otro festival, distinto del que yo vi. Muchas miradas, felizmente. Seguro también, cegueras y sorderas. Como sea, no podemos verlo ni asimilarlo todo.
Entonces, aún algunos párrafos más: fui a ver la película “La Casa” (2012) del argentino Gustavo Fontán, pues en una versión anterior del Festival, me había perdido su película “El Árbol”, muy recomendada. Pienso que “La Casa” cae (¿!) en una denominación que escuché en esta ocasión y que no conocía: “cine contemplativo”. Algo de eso puede atribuírsele también a “Leviathan”. Películas sin diálogos, prácticamente sin palabras y sin una trama explícita. Si comparo, me sentí más tocada por “Leviathan”. La casa, significante que evoca tanto, se me quedó chica. No alcanzó a constituir un poema para mí. No alcanzaron esa fotografía, ese ritmo, esos ruidos e insinuaciones, a hacerme entrar en aquello a lo que probablemente nos invita su director. Al menos no esta vez. Reconozco, eso sí, la limitación que significan las expectativas.
Otro desencuentro: la película “Los mejores temas” (México, Canadá, Holanda 2012) del joven mexicano Nicolás Pereda. Fui a verla, pues recuerdo su film: “El verano de Goliat”, que vi en Valdivia hace dos años y que ganó esa vez el premio a la mejor película. En esa oportunidad yo no le habría dado el premio, pues me parecía que había al menos otra película mejor. Sin embargo, me había gustado su “Verano”. “Los mejores temas” tiene, a mi modo de ver, muy buena actuación, trama ingeniosa, agudeza en el desarrollo de los personajes y algunas escenas buenísimas. Aborda un tema interesante, recurrente, en sectores pobres de nuestras latitudes latinoamericanas: familias donde el padre se va y la madre debe arreglárselas con los hijos. El cineasta innova y juega tanto en la forma como en el fondo, si puedo expresarme así, logrando en algunas escenas, algo muy interesante. Juega con la temporalidad y la lógica habitual: un personaje puede ser una cosa y otra. (R. Ruiz es un maestro en la materia). Creo que tenía todo para ser una excelente película. ¿Qué sucede? Me parece que el director “puso todo”. Como si no hubiese hecho edición, con lo cual termina siendo una película muy larga, que se repite. Me cansé, perdí el interés. Casi puedo decir que dejé de “creerle”.
Cuando uno visita un museo para ver cuadros, por ejemplo, pues bien, uno se pasea por delante de los cuadros y se detiene, si quiere, ante aquellos que atraen nuestra mirada. Y luego uno sigue. Luego podemos volver, eventualmente, a mirar aquel cuadro que nos suscitó un interés particular. Cuando vamos al cine y nos disponemos a pasar un rato prolongado atendiendo a lo que un director nos propone, uno (le) hace un acto de confianza y entra en una suerte de diálogo con lo observado. No es cosa de irse un rato y eventualmente volver después. Sabemos que hay que esperar al desarrollo de una propuesta, para que se abroche (o no) algo. Entonces se pone de manifiesto, me parece, una ética del cine: respeto por el espectador. Me doy cuenta de lo complejo de este tema. Lo dejo enunciado.
“Cocaine unwrapped”, Reino Unido 2012, documental de Rachel Seifert sobre la cocaína, su producción, su tráfico, sus estragos. Largo reportaje que recorre Bolivia, Colombia, Ecuador, México, Estados Unidos. Vemos dónde y cómo se produce la coca, tan distinta de la cocaína, como bien explica el presidente Evo Morales, entrevistado, del mismo modo como lo es el presidente Rafael Correa del Ecuador. Interesantes testimonios, posicionamientos, información. Entrevistas a pequeños productores de la planta, tanto en Bolivia como en Ecuador. Ellos explican como la planta es parte muy importante de su cultura, su tradición y su sustento. Denuncian el exterminio de la planta a través de fumigaciones que a su vez matan muchas plantaciones de otros árboles. Empobrecimiento. Entrevistas a dirigentes sindicales, a expertos y diversos altos responsables internacionales del combate al narcotráfico. Acompañamiento a un viejo policía, con vasta experiencia en esta realidad, en un estado de Estados Unidos, quien da cuenta de la complejidad de la red del narcotráfico, el pequeño y el grande. Tal vez lo más impresionante, junto con lo que dicen los productores de coca, son los testimonios de ex-narcotraficantes y de “mulas”, hombres y mujeres que acarrean clandestinamente droga. Presos y ex presos. La cineasta va a las cárceles y registra testimonios que transmiten la crudeza de esa realidad, pero también la dignidad de quienes habiendo estado involucrados, se hacen responsables y solicitan un abordaje justo de su situación. Uno de ellos explica por ejemplo, como un pequeño narco negro es más castigado que uno blanco. Documental importante, muy informado, que nos permite un acercamiento, a verdadera escala humana - a través de una sinfonía de voces de actores directa y diferentemente concernidos en el tema - a esta compleja realidad. Me gustaría agregar que todas las entrevistas, y son muchísimas, trasuntan honestidad, lo que torna muy valioso el material. Se agradece también a la cámara, que siempre sobriamente, se toma su tiempo. Otra película entonces, así como “La Respuesta”, para presentar y discutir en los liceos del país.
Imposible no decir nada acerca de “Hiroshima” (2009) del uruguayo Pablo Stoll, invitado en la categoría, valga la redundancia: “cineastas invitados”. Me gustó mucho el film. Hermosa y luminosa fotografía, al igual que los primeros planos y la música. Gran sensibilidad y dulzura del cineasta para filmar un día de la vida de su hermano, sujeto algo diferente a los que nos autodenominamos “normales”. Simpleza en la narración y en los recursos utilizados. Ausencia de palabras. Colores. Sutileza, delicadeza. Mostrar lo que hay. Inolvidable escena del protagonista con su padre: abrazo-juego-medición de fuerzas. Un cine con frescura, muy vivo. Lamento no haber alcanzado a ver las otras películas que se presentaban de este director.
En la misma categoría de los cineastas invitados, se encuentran los cortos, la mayoría en blanco y negro, del francés Jean-Gabriel Periot. Vi varios: “Nijuman no borei (200.000 phantoms)” (2007): Impactante y exelente collage de imágenes y música, sin palabras, de la ciudad de Hiroshima 1914-2006; “Between dogs and wolves” (2008): en un muy buen ritmo, seguimos los trayectos de un joven en busca de trabajo, en la ciudad, hoy. Sufrí con él. “Even if she had beeen a criminal” (2006): Francia 1944: castigo público, ejercido por ciudadanos (¡ciudad remite sin embargo a civilización!) a mujeres que supuestamente habían tenido amores con alemanes durante la guerra. Impactante corto, realizado con registros de la época. Toma de posición ética. “Looking at the dead” (2011). En este film, un poco enigmático, trabajan actores. Sobre la mirada y el alcance de la palabra, tal vez. ¿Qué es posible compartir con otro? Por último, el bello “Our days, absolutly, have to be enlightened” (2011): concierto ofrecido (¿!) por reclusos, al interior de una cárcel de Orleans. Afuera, detrás de los muros, hay espectadores que escuchan y a menudo cantan, suave y nostálgicamente, las canciones. La cámara sigue sus rostros tristes, emocionados, serios. Me llegó al alma. Canté con ellos.
Al igual que me sucedió con las películas de Stoll, tampoco alcancé a ver todos los cortos de J.G. Periot. Habría valido la pena. Estupendo trabajo de este aún joven cineasta, tanto en su método periodístico-poético, como en los temas escogidos: la vida de nuestras sociedades, ayer y hoy.
Y concluyo, sin habérmelo propuesto así de antemano (parece que así es esto de escribir), diciendo algo sobre otro film que me gustó mucho: el de otros franceses: Claudine Nougaret y Raymond Depardon: “Journal de France” (2012). Este film se ubica, al igual que el documental citado sobre la cocaína y el documental de Ruiz “Ahora te vamos a llamar hermano”, en la categoría “Disidencias”. Por algo será. Me encantó el “Journal”. Film hecho con amor, si puedo permitirme decir eso, por ella, la enamorada de él. Trozos del diario de viajes a lo largo del tiempo de la vida de él, reporteando en diversas latitudes, comprometida y arriesgadamente con su época. África, Asia, América, Europa. Y, en la actualidad, filmaciones y sesiones de fotografía hechas por él, ya entrado en una cierta edad, a lo largo de sus andanzas, esta vez por las carreteras secundarias de su país y sus gentes. Al pasar, entre tierna y seriamente, nos revela algo de su técnica de fotógrafo y buscador. Tercer elemento del trenzado: reportajes de ella a diversas instituciones de la sociedad: cámara que registra sesiones de un juicio en los tribunales, donde vemos y escuchamos la interacción de un acusado con una jueza; interior de un carro de policía en su recorrido habitual por la ciudad; entrevista-interrogatorio a una paciente en un hospital psiquiátrico. ¡Qué buen periodismo: información interesante, de primera mano, entregada con belleza! ¡Se puede!
Ya está: suficiente. Probablemente ha sido excesivo, por lo que pido disculpas al posible lector. Ojalá en una eventual próxima vez, pueda escribir con menos palabras. Quedó mucho del festival, del mío, sin decirse. ¡Para qué decir del festival de tantos otros que también estuvieron allí! ¡Felicitaciones y agradecimiento a sus organizadores!
María Elena Sota.
4 comments:
Grande Mari! Maravillosa crónica, se lee muy bien incluso si uno está fuera de las pistas (las pantallas debería decir). Que rico tu viaje, tus maratones de películas que me recordaron mis inicios ciéfilos con Marcel de Montgolfier en la Cinemathèque du Palais de Chaillot el el Trocadero. Me encanta el cine y eso de escribir es una forma de apropiarse de la película que materialmente es tan fugaz. Sigue escribiendo de cine y otras yerbas ojalá en Cerquita para que "quede". Muchas gracias y un beso
Muchas gracias Mari! Grande! como dicen mis fratelos. Esta vez (comparando con mi recuerdo del texto del año pasado o del anterior) me metí de lleno, me anduve emocionando, no lo encontré nada de excesivo, juto comme il faut. Comparto tanto eso de que cada uno "ve" lo que "vé" (nosotros en el trabajo decimos interpreta / escucha lo que interpreta /escucha según su historia/lenguaje/biología) Hace 12 años, en la pieza de Luis en Berkeley, la mamá en cama, el papá Luis y yo (la Nath escuchaba hipnotizada) pasamos un par de horas contandonos cada uno su versión de "lo que ocurrió" en lo curro el maldito martes 11 sept...Tal cual lo propone Kurosawa con su película Rashomon (las distintas versiones, incluyendo la del criminal y la del fantasma del muerto, de un crimen en la edad media... También lo del cigarro, anoche vi por la nosecuanteava vez "M le Maudit" de Fritz Lang,(1931) me impresioné con la cantidad de humo en la mayoría de las escenas, todos fuman como bomberos, cigarros, puros y pipas de formas geniales! Que ganas de ir contigo el proximo año!
Tbién. leyéndote me apareció Lorenza, la italiana amiga de Marcel y de la mamá que me contó la semana pasada que participa en el cinéma d'Orsay, animando la programación y los debates del cine italiano, y claro que le hablé de tí, como psy y como cinéfila comentándole su programada journée "cinéma et psychiatrie" donde destaca "le film magnifique de Ascanio Celestini: la Pecora Nera" así como "Les Idiots" de Lars von Trier.
También, tal el Luis, me reaparecieron esas épocas cineadicto, no con Marcel sinó que con Jerome, donde capeando clases, o por la noche y durante una buena decada después del bac, nos drogábamos casi a diario con por lo menos una película, sea en La Clef, al lado de brillato o en las incontables salas del barrio latino. Piero (P38) presente dirá la caio!. Muchas gracias y felicitaciones hermana Mari!!!. joche
Muchachos queridos,
gracias Luis por "subirme" a Cerquita.
Gracias por sus comentarios Joche y LUis. Desde ya te digo Joche que tu cita de Proust el otro día, me pareció muy bella.Quiero ver las tres películas que mencionas Johepito. ¿Me ayudas a ubicarlas?
Oye, y se me ocurre que podríamos en la actualidad compartir un poco más de cine. Sugerencias: venir al exquisito 1)cineclub Lumière donde participo, todos los segundos miércoles de cada mes, a las 19 horas en La Giroutte: Gente muy chora. Muy culta directora, muy buenas pelñiculas de todo el planeta y de todos los tiempos.
2) Se me ocurre que podríamos llevar pantalla y pelis para Ranco 2, así de concreto y organizar algunas soirées films, en cada uno de nosotros le presentara a los demás una peli que le haya gustado mucho.
3) una vez al trimestre, podría ser coincidiendo con venidas de Juanito a la capital una soirée cinéma en casa de alguno de nosoros.
¿Qué tal chicos y chicas? De hecho, ¿quién nos lee aquí?
Me encanta que nos cuenten sus escapadas al cine en Francia. Reconozco esas salas que mencionan. ¿Se acuerdan de la Ranelagh? Y había otra, típica de cine arte, además de la André Bazin en rue de la Glacière y la Saint Andrée des Arts, en el barrio latino. Creo que empezaba con "v". En fin, definitivamente Francia nos marcó.
Ya.
El campo estuvo exquisito con lods Papá.
Os quiero mucho y espero respuesta a mis sugerencias.
Chau,
Mari.
¡Y viva "Cerquita"!
Listo, subimos la tele a la parrilla y hacemos cine club en el Ranco y cada 3 meses en la casa de uno/a de nosotros. Me encanta esta iniciativa! Besos
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